Vivir después de la matanza



No sé qué hubiera hecho en sus zapatos. Llorar, correr, implorar a Dios, pedir perdón. 

Marie Roberts se quedó paralizada.

No era para menos. Su esposo acababa de asesinar a sangre fría a niñas inocentes en la escuela de Nickel Mines, en el Condado de Lancaster, Pensilvania.  Era la zona vecina a su pueblo, Georgetown, en el que había vivido toda su vida, las niñas víctimas eran hijas de sus vecinos, los anabaptistas con quienes su padre había trabajado desde que ella tenía uso de razón. Gente religiosa y pacífica.  

¿Quién era su esposo? ¿Por qué había hecho eso? 

Tenían tres hijos, un perro, vivían cerca de sus familias. Charlie había sido el gran y único amor de su vida. Se casaron muy jóvenes, perdieron dos bebés y finalmente pudieron ser padres de tres pequeños: Abigail, Bryce y Carson.  Su meta en la vida era ser esposa y madre. Al casarse ella y su esposo estuvieron de acuerdo y ella se quedó en casa mientras él trabajaba en la empresa de su suegro, la cual recolectaba leche de los ranchos de sus vecinos anabaptistas. 

Esa mañana fue como todas, fueron a dejar a las 8:30 a sus dos hijos mayores a la escuela. Ella regresó a casa a cuidar del pequeño Carson y a preparar  la comida y las actividades del hogar hasta que fuese hora de ir por los niños al colegio y seguir la rutina de la tarde hasta que regresase Charlie y llegase la noche nuevamente.  Una llamada le hizo saber que sería el último día de su vida como la conocía: su esposo le llamó a las 11 para decirle palabras inexplicables: "Eres mejor que yo. Hemos tenido recuerdos hermosos. Te he dejado una carta escrita"...." .  Le colgó.  A los pocos minutos escuchó sirenas, helicópteros, patrullas. Le llamó la policía.

Su vida había cambiado para siempre.

Era el 2 de octubre de 2006. 

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Marie Roberts, ahora Marie Monville escribió un libro, casi once años después de la matanza de la escuela anabaptista. El título es One Light Still Shines. 

Pedí el libro a la editorial Zondervan hace algunos meses y me llegó por correo.  Me interesó una reseña sobre el mismo en el que se enfatizaba cómo la autora había recuperado su vida después de la tragedia. ¿Realmente es posible retomar tu vida después de un suceso así? ¿Cómo trasciendes ser "la esposa del asesino"? ¿Cómo apoyar a tus hijos para que sean ellos y no sólo los "hijos del loco asesino"? 

El libro me gustó. Disfruté  que fuese un relato de la vida real en el que, para sorpresa de nuestros tiempos y la narrativa violenta que lo detona, hubiera un mensaje de paz, de amor, de perdón.  Me sorprendió. Me atrapó. Me enterneció. Me conmovió. 

La profunda religiosidad de Marie y la multiplicidad de citas bíblicas no fue obstáculo para encontrarme con una realidad sorprendente y que en medio un mundo caótico puede expresar una parte bondadosa del ser humano y algo que nos cuesta tanto en el mundo hoy en día: el perdón, la preocupación por los otros, el cuidado desinteresado. 

Me impactó que la comunidad de anabaptistas del poblado de Georgetown, Pensilvania,  se dedicase a proteger a la esposa e hijos del asesino de sus propias hijas después de los hechos. No fui la única sorprendida. La prensa de la época en Estados Unidos dio cuenta de esta sorprendente situación.  Les protegieron de la prensa, de los curiosos, de los intrusos. Les dieron espacio para llorar a su propio muerto, para enterrarle con dignidad y, sobre todo, les abrazaron como lo que siempre habían sido: parte intrínseca de su comunidad, a pesar de no pertenecer a la misma religión. 

A través de las páginas se ve el crecimiento, transformación y fortaleza espiritual de esa mujer frágil que recibe la llamada inesperada  a la que, a través de un profundo encuentro con Dios, con su Dios,  toma las riendas de su vida, acepta los mensajes y pruebas de amor que -paradójicamente- a partir de esa emblemática fecha no cesan de aparecer en su camino y se convierte en un pilar para su hijos y su familia.  La mujer silenciosa y que quiere a toda costa pasar desapercibida se convierte en una mujer que escribe un libro y busca, a través de compartir su propia experiencia, llevar un mensaje de perdón y amor por el mundo. 

En este mundo de historias de violencia, de desconfianza como manera cotidiana de relacionarnos y de guerra abierta o encubierta, un libro así se convierte en un respiro. Parece pasado de moda hablar de paz y amor (¿qué no pasó eso en los 60?), pero ¿no será justamente lo que necesitamos hoy en el planeta y entre los seres humanos?

Un libro que podría haber sido la versión escrita de un capítulo de la serie Criminal Minds, se convierte en justo lo opuesto. En el paradójico encuentro con lo mejor del ser humano a partir de un hecho criminal. 

No hay duda. La vida está llena de sorpresas y vale la pena aventurarse a vivirla. 

Si quieren leer algo diferente y salirse de las historias cotidianas de violencia y desamor, les recomiendo One Light Still Shines






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Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Gracias por compartirla.
Definitivamente necesitamos este tipo de historias: Realistas pero positivas.
Y creo que es la fe en Dios la que hace la diferencia.

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